Bosques Marcescentes y Encinares.

Muchos se preguntarán a que se refieren cuando hablan de marcescencia. La explicación de este fenómeno es importante para poder entender la ecología y el paisaje de la zona; tal comportamiento no es otra cosa que la persistencia en el árbol de la hoja marchita, hasta la primavera siguiente, es el responsable durante el invierno, del colorido pardo de los bosques de rebollos (Quercus pyrenaica) y quejigos (Quercus faginea). Dicha cualidad constituye un estado intermedio entre la hoja grande, caediza y tierna de los robles de zonas templadas y húmedas y las hojas pequeñas, persistentes y pinchudas de encinas, propias de climas más secos. Tras la tala, el rebollo presenta una fuerte capacidad de rebrote de cepa y raíz, cualidad que le permite generar números y vigorosos renuevos que hacen un espeso monte, como el que podemos ver en la Mata de Pedro. Ocupa el área que reúne las mejores condiciones de humedad, formando parte del paisaje de areniscas rojizas socavadas por el río Pedro, por debajo del macizo calizo de la sierra de Pela. 

El quejigo y la encina (Quercus ílex) sustituyen al rebollo en los suelos calizos, ocupando exposiciones más térmicas, generalmente al abrigo de cañones o valles. La encina ha ido predominando en estos paisajes, quedando el quejigo acantonado en los suelos maduros de vaguadas resguardadas y con mayor humedad. Podemos ver una excelente masa con ejemplares centenarios de quejigo, en la salida de Carrascosa hacia la Hoz de Arriba; un excelente quejigar adehesado en la Dehesa de Valdepeñas, entre Noviales, famoso por sus gaiteros y alubiones, y Cuevas de Ayllón. 

Buenas muestras de encinas gigantes encontramos en Cuesta Galindo, en el recorrido entre Hoz de Arriba y Valderromán; junto a las Majadas de la Torrecilla; entre Carrascosa y Torresuso. La mejor masa, entre la que destaca una encina notable de 5,2 m de perímetro, se puede ver en El Murgano, cerca de Alto del Monte, de camino hacia Caracena desde Valderromán.

Estos individuos corpulentos presentan bellotas con sabor dulce. Tal fenómeno responde a un proceso de «frutalización», basado en una selección desde tiempos ancestrales de los individuos con bellota dulce.


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